jueves, 3 de enero de 2008

Compartiendo la fe con los hermanos. 1ra Parte.

En estos últimos tiempos, volvió a mi la necesidad de reflexionar acerca de la tarea misionera. Quienes me conocen, saben que misionar apasionó mi vida durante muchos años, y a pesar de haber dejado de hacerlo durante otros tantos, siempre estuvo latiendo en mi corazón. Digamos que en estos últimos años evangelicé de otras formas distintas, desde la pastoral juvenil y la catequesis. Pero hoy la Misión vuelve a mí como en mi adolescencia y juventud. Pero renovada.
Para comenzar, creo importante ir definiendo la tarea misionera. La Evangelización a grandes rasgos puede ser (definiéndolo muy sencillamente) a gentes que no conocen a Jesús (Ad gentes) o a quienes sí la conocen y necesitan renovar su fe (Nueva Evangelización). A ésta última me voy a referir.
Decía que Misionar es Evangelizar, es decir, compartir la Palabra de Jesús, la experiencia propia de la Fe, desde la Iglesia, con otra gente. Y no es una tarea sencilla. Exige un gran compromiso... Por eso, el primer factor a tener en cuenta es el Grupo Misionero.
Este Grupo, debe vivir una espiritualidad particular... desde la fraternidad y el compartir la Palabra y el Pan... sólo así pueden ir generándose los vínculos que permitan ser evangelizadores tanto en el testimonio como en la Palabra. Como me decía un amigo, el Grupo debe existir previamente a la Misión. No se puede formar un grupo de la nada, por el solo fin de ir a un lugar ya fijado... Se necesita un trabajo interno importante, y que en la comunión de Espíritu surja como compromiso esta actividad eclesial. No hay que olvidar que ser Misionero es una Vocación, un llamado de Dios a compartir la fe con otros hermanos. Por es es necesario un Grupo que viva las bienaventuranzas, que se forme adecuadamente, que recen y compartan el Pan de la vida juntos... Eso hace al Grupo, que en su camino, guiados por el Espíritu, decide ir al encuentro de los hermanos.
Hablaba también del compromiso... Una misión siempre conlleva un plan y, por lo tanto, un compromiso grupal a continuar con la actividad durante el tiempo que se evalúe necesario. Se habla generalmente de 3 a 6 años... siempre pensando en que el protagonismo del grupo va decreciendo en la medida que crece el trabajo de la comunidad y se hace cargo de las tareas que le son propias. Como también es importante no "caer" con todo planificado... Hay ciertas cosas como las visitas a las casas y las reuniones comunitarias que conviene llevarlas preparadas. Pero la Planificación se hace CON la gente del lugar. Debe surgir como algo propio, con el acompañamiento del grupo y del Sacerdote.
Por último, veo la Misión como una tarea profundamente Eclesial. Con una comunidad que envía, y otra que recibe. Siempre en diálogo con el Obispo tanto local como del lugar donde se va. Es la Iglesia quien envía. No hay acá posibilidad de actos particulares. Las proyectos personales no pueden estar por encima del envío que hace la Iglesia. Corremos el riesgo de actuar como francotiradores, y no es ese el sentido de la misión, ni del llamado a la Unidad que Jesús nos hace.
Próximamente seguiré con el tema. Agradeceré críticas y comentarios. El disenso y el diálogo ayudan al crecimiento. Y a encontrar respuestas renovadas a esta tarea tan hermosa a la que el Señor llama a toda su Iglesia.