viernes, 1 de abril de 2016

Animar Retiros


Cada luz de cada sonrisa, cada lágrima que se derrama en los retiros, me afectan personalmente. No podría animar los retiros si esto no me ocurriera. Es la necesidad de conectar, de empatizar, de comprender por lo que está pasando el que escucha, el que comparte un sentimiento, una experiencia.

La vida de los jóvenes es muy rica en sentimientos. Cobran una fuerza que los impacta, y los trasciende. Son transparentes desde ese lugar. Por eso es importante cuidar lo sagrado de los sentimientos de los adolescentes. Como Moisés, hay que descalzarse, porque su corazón es tierra sagrada para nosotros. Para mí.















La realidad es que para poder encontrarse de verdad con estos sentimientos, hay que estar preparado. No se puede sólo estar. Hay que salir al encuentro. Y cuando esto ocurre, no hay manera de que no te afecte lo que ves y escuchás… lo que percibís. Por eso es importante estar en condiciones de recibir.

Esto exige un trabajo interior importante de quien anima. Poder pulsar las cuerdas que expresan nuestra propia melodía. Cuando nuestra interioridad está revuelta, cuando sobreviene el temporal, es difícil permanecer en la tarea de acompañamiento. Porque lo primero que aprende quien acompaña, es que también necesita ser acompañado. Y que hay que ser conscientes de las propias limitaciones, y descubrir cuándo no se puede estar a cargo.

Resumiendo: es delicada la tarea de acompañar adolescentes. Más aún cuando el contexto es favorecedor de búsquedas internas profundas, y toca nervios que usualmente aparecen fuera del campo visual. Y necesitan entonces el oído atento y el corazón abierto de quien a respondido al llamado vocacional de acompañarlos. Tarea hermosa, pero que a la vez es exigente y demandante. Por eso hay que estar preparado y comprometido.

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